2022 está llegando a su fin y la larga lista de acontecimientos ocurridos en el periodo lo ha convertido en un año histórico. En lo que al sector financiero respecta, hemos conocido datos de inflación que han roto records, actuaciones de bancos centrales insólitas y, lamentablemente, el inicio de una guerra con graves implicaciones energéticas. Para el 2023, pese a que no entramos con la mejor de las situaciones, si podemos afrontarlo con la madurez y la preparación adquirida durante este periodo tan complicado.
Qué esperar de la inflación
Ante uno de los mayores dolores de cabeza, los analistas coinciden en que ya hemos visto los techos de precio tanto en Europa como en Estados Unidos. A partir de ahora, solo resta observar la velocidad de depreciación. Es cierto que no se espera alcanzar el objetivo de inflación en ninguno de los dos casos hasta 2025, pero se prevé una disminución significativa.
En el caso de Estados Unidos, dado que no está involucrado en una crisis energética, las perspectivas son más optimistas. La inflación causada por la demanda, tras la política ultra expansiva de la Reserva Federal cuando la oferta no podía satisfacerla, está llegando a su fin con la liberación de los cuellos de botella y la normalización de los precios. El mercado inmobiliario también empieza a ceder, y los efectos de las subidas de tipos parecen estar provocando los efectos esperados.
En Europa, dado que la inflación se ha originado principalmente por el lado de la oferta energética y de materias primas, parece que el problema tardará más en resolverse debido a la escasez de recursos para el próximo año. Pese a que en 2022 hemos conseguido solventar la situación, la falta de reservas para 2023 puede llegar a ser un lastre. Además, este aumento de precios debido a la escasez de oferta ha sido trasladado por parte de las empresas a una amplia variedad de bienes de consumo.
Los bancos centrales continuarán siendo protagonistas
Como no podía ser de otra forma, las decisiones de los bancos centrales también han sido muy seguidas por todos los inversores. En 2022, las predicciones de los principales analistas sobre la evolución de los tipos de interés han sido más dispares que nunca. La FED ha conseguido sorprender a la mayoría realizando una subida de tipos a una velocidad nunca antes vista, situándolos en el 4,5%. Respecto al año venidero, dado que gran parte del trabajo por parte de Powell ya está realizado, no se esperan grandes sorpresas. La mirada parece estar más puesta en cuándo se revertirá la política de subida de tipos que en la agresividad de la misma.
En Europa, la situación es más delicada que en Estados Unidos, ya que, contamos con una mayor tasa de desempleo, un problema energético todavía por resolver, y una guerra en la frontera que sigue minando al continente. Tras las últimas declaraciones de Lagarde, interpretamos que su prioridad es reducir la inflación y no dudaría en continuar con las subidas de tipos de interés hasta donde sea necesario.
En resumen
El nuevo año comienza con una situación económica y geopolítica más compleja que el actual. Y en contra de lo que esto pudiera parecer, son aspectos favorables para el 2023, porque durante este año los mercados ya descontaron estos acontecimientos, y en el futuro se pueden convertir en catalizadores positivos, si evolucionan de forma favorable. Además, ante esta situación de elevada volatilidad e incertidumbre, la aparición de ineficiencias en el mercado suele ser habitual, generándose oportunidades, que solo se dan en situaciones especialmente complejas. Estas suelen pasar desapercibidas para el gran público, por ello, le animamos a que se asesore con un profesional. Acuda a su Caja Rural más cercana y organice con su gestor la planificación de cara a 2023.